Historia de Tambor
El miedo es la más grande discapacidad. Nos lo demuestra Tambor, una conejita que a su corta edad, tuvo que ser amputada de una patita, pero eso no sería impedimento para salir adelante. Pues sus ganas de vivir y el amor de su familia la harían nunca darse por vencida en la vida y luchar sin miedo.
Tambor fue adoptada de tres meses aproximadamente. Al principio vivía con el novio de Maryorie, su mamineja, en un cuarto adaptado exclusivamente para ella donde podía jugar, explorar y ser feliz sin peligro.
Sin embargo, un día cuando Maryorie regresó de la universidad, se encontró con que Tambor tenía un hueso roto que atravesaba su piel, lo que le dejó la patita colgando. De inmediato salieron a buscar un veterinario, pero no hubo suerte alguna. Desesperados por no encontrar atención apropiada para la pequeña, ocurrió un milagro: un veterinario de un zoológico los contactó con una especialista en exóticos que podía auxiliarlos.
De inmediato los padres de Tambor la llevaron. La doctora le realizó diversos estudios a la pequeña y les dijo que, tal vez, lo mejor era dormirla, pero, definitivamente, esa no era una opción para ellos. Así es que tomaron la segunda opción que era una operación en la cual se tenía que amputar su patita debido a que ya existía daño en los tendones. Este fue el principio de una gran aventura...
Conforme pasaban los días, Tambor no podía quedarse con la venda mucho tiempo, se la quitaba, se lamía su herida y se las ingeniaba para poder quitarse todo lo que le estorbaba, hasta que sus padres se dieron cuenta de que la herida no sanaba y fue ahí donde la conejita fue intervenida por segunda vez, esta ocasión para limar el hueso y que, así, se formará un callo que ayudará a sanar.
Una vez más, ni las vendas, esponjas, calcetines o conos eran obstáculo para esta bebé, así que Maryorie optó por hacerle un corral en el que pudiera estar segura y más cómoda, pero Tambor mordisqueó un poco de esponja de su casita y tuvo una obstrucción intestinal que por suerte pudo ser tratada con medicamentos. Ahí fue donde se dieron cuenta que la columna de Tambor estaba un poco desviada pero definitivamente eso tampoco sería impedimento para una larga y buena vida.
Ahora, Tambor tiene una casita mejor adaptada para evitar contratiempos, tiene tres años, es curiosa y muy FUERTE, al igual que sus papinejos. No siempre está del mejor humor pero cuando pide mimos es la más bella del mundo.
Fue un camino difícil y extenuante para esta familia, pero afortunadamente esta pequeña nunca se dio por vencida, a pesar de que la veterinaria propuso dormirla, ella tenía y tiene muchas ganas de vivir, y gracias al apoyo de su familia luchó para salir adelante con su discapacidad y nos dio una gran lección de fortaleza y amor.